En mi último post os conté qué pasó cuando enviamos aquel mail a nuestras primeras madres y cuál fue el resultado (el que nosotros pensábamos que íbamos a obtener. ¡Error! Nunca esperes nada de un experimento). Os he explicado muchas de las primeras fases del proceso de creación de BePoppins pero nunca os he contado cómo afrontar los resultados de los experimentos que nos ayudan a validar nuestras diferentes hipótesis.
No voy a detenerme en contaros cómo hacer experimentos o en qué consiste la metodología Lean porque podéis encontrar información acerca de ello aquí, aquí, aquí o aquí. Ellos son muy buenos en esto. Tampoco quiero enumerar una serie de puntos clave para hacer esto bien porque no creo que os sirva de mucho. Lo que yo quiero es transmitiros el día a día, el proceso y los resultados con los pies en el suelo, en la calle, con el cliente.
Para tratar de validar los diferentes cuadros de nuestro Lean Canvas hemos tenido que diseñar experimentos, crear un producto mínimo viable y salir a la calle a preguntar a nuestros clientes.
- Para validar a nuestros early adopters y su problemática (para conocer a Sofía), tuvimos que hablar con casi 50 madres con hijos para sacar conclusiones. Al principio hicimos nuestras hipótesis pero, la verdad, no dimos una. La persona que definimos como Sofía no tenía nada que ver con lo que habíamos hablado en el laboratorio.
- Para analizar nuestra propuesta de valor, tuvimos que diseñar varias landing pages (con Instapage) con diferentes mensajes, colores, orden de los ingredientes… para conseguir sacar algo en claro. Obviamente nada tenía que ver con lo que pensábamos nosotros antes de ver los resultados.
- Para ver si nuestro producto tenía cabida en el mercado, con esa propuesta de valor para esos clientes, tuvimos que desarrollar un PMV combinando las conclusiones que habíamos sacado de las dos fases anteriores… y por supuesto enseñárselo. De nada sirve tener un montón de chocolate en la despensa si no vas a ofrecérselo a los invitados.
- Para comprobar nuestra propuesta de valor única, nuestra salsa secreta, nuestro mojo, hemos tenido que salir a preguntar a la calle y ver si realmente nuestros clientes sienten que es una propuesta de valor tan valiosa como nosotros pensamos porque sin mojo no hay proyecto, y eso es así. Si no tienes tu ingrediente secreto bien definido, búscalo.
- Y siempre: Monitoriza, monitoriza, monitoriza. ¡Y analiza!
Os cuento todo esto porque los resultados que sacaréis de cada una de las fases no van a ser lo que desearíais y dad gracias de que así sea. Un producto que cuando enseñas recibe a cambio un: Muy bien, me encanta, qué bonito… Os debería hacer saltar las alarmas o cómo dice Lily en la serie Cómo conocí a vuestra madre, “¿Dónde está la caca, Robin”?
Por naturaleza somos seres vivos a los que nos cuesta sacar los defectos ajenos cuando la persona en cuestión está delante. Plantead las preguntas de otra manera, nunca preguntes ¿Qué te parece? La respuesta va a ser bien, os lo aseguro. Haced preguntas menos concretas que te permitan olisquear bien en la respuesta: ¿Lo compartirías con tus amigos? ¿Se lo recomendarías a tu pareja? Y, sobretodo, nunca olvides preguntar ¿Por qué? ¿Porqué harías lo que has dicho que harías?
Con este post quiero transmitiros que no os enfadéis si las respuestas que obtenéis no son las que desearíais, tratad de mantener siempre la lupa alejada y, sobretodo, no os toméis las respuestas como algo personal. Las primeras entrevistas serán un desastre, os lo digo por experiencia, pero a medida que vayáis avanzando y repitáis las mismas preguntas una y otra vez, os daréis cuenta de cómo podéis plantearlas para sacarle el máximo jugo a cada respuesta.
Sed honestos con vosotros mismos. Todos nos equivocamos. Lo importante es tomar medidas para solucionarlo y, sobretodo, aprender de vuestros clientes. Nunca dejéis que Lily Aldrin os diga aquello de…